
Ciudad de México a 13 de diciembre de 2020.
La redefinición de la humanidad y la redirección de la acción colectiva, estuvieron determinadas por la Pandemia Covid19, por esa razón las Naciones Unidas consideró a éste 2020 como un año muy peculiar que afectó el reconocimiento, acceso, enseñanza, protección, fomento, promoción, garantía, ejercicio y goce pleno de los derechos humanos y los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
El año 2020 ha sido un año en el que los derechos humanos y la vida misma se encuentran en peligro, la develación del actuar humano está mostrando su peor cara, la humanidad está sacando lo peor de sí misma y está volviendo susceptible a la vida misma poniéndola en riesgo de muerte, no sólo por la enfermedad que produce el virus, sino por la completa pérdida de la empatía y el descontrol en el que se encuentran las acciones de los gobiernos de todos los países del mundo.
Los marcos de referencia desde los que las personas y gobiernos actuaron por más de cien años se encuentran desquebrajados e incapaces de resolver lo que tienen enfrente, ningún país, ni gobierno, después de casi 12 meses de iniciada la pandemia han encontrado una ruta posible de acción que les permita restablecer las prácticas que los sostenían.
Hoy, ningún país, ni gobierno se encuentran en la capacidad de mostrar su acción renovada y salvadora, y menos de presentarse como un referente a seguir para la cura; se encuentran temerosos en cada paso que dan y son incapaces de evaluar la efectividad de cada uno de ellos. Ni sus propios asesores, científicos y académicos se han atrevido a salir y explicar la avalancha de fenómenos sociales y su complejidad multi-factorial.
Pero a las sociedades del mundo les pasa lo mismo, su alcance creativo sólo las mantiene espectantes de que alguien pueda rescatarlas y de que todo regrese a la normalidad a la que al menos 5 generaciones estuvieron acostumbradas, recibiendo cómodamente los beneficios de los acuerdos y pactos establecidos, recibiendo los beneficios del desarrollo tecno-científico y médico; sociedades que hoy se encuentran en una gigante ola que las lleva de un lado a otro sin rumbo fijo excepto, el que proviene de la información oficial de sus gobiernos a los que con mucho trabajo se les debe confiar la vida misma cuando aseguran que ya vienen en camino las vacunas contra el Covid19.

Los temas de hace menos de un año han desaparecido de los noticieros, de las agendas legislativas, hoy, cada nación y sus gobiernos se aferran con torpe mesura a mantener la calma y la paz con paliativos discursivos que aseguran que todo está bien y que no hay nada de qué preocuparse, mientras la realidad, a gritos, les dice todo lo contrario y les advierte que se va a poner peor.
Es cierto que a los países y a sus gobiernos no les resulta una tarea fácil crear y sostener esa mentira enorme, y es que cualquiera tiene miedo de morir, de perder su empleo, su fuente de ingresos, de perder su salud, de perder el confort acostumbrado, de formar parte de las filas de la pobreza, de caer en conflicto y resolverlo con un sálvense quien pueda; de padecer hambre y tener que arrebatar para sobrevivir; hay temores no experimentados por las sociedades modernas y no saben cómo volver a sentirse seguros. Es natural ese comportamiento, porque ya nada es natural en la vida de hoy, a diferencia de la vida de hace 12 meses.
La Organización de las Naciones Unidas mantienen el mismo discurso paliativo y asegura que la reconstrucción mejorada de la humanidad y de su actuar colectivo deberán provenir de los derechos humanos, insisten en seguir utilizando para esa reconstrucción, conceptos vagos y vacíos como el de igualdad de oportunidades para todos, que este 10 de diciembre, día en que se conmemoran los derechos humanos, debe servir para que la humanidad refuerce sus lazos. Nada más lejano para reconstruirnos que seguir aferrados a viejas fórmulas probadamente inservibles.
La frase de que todos estamos en el mismo barco, es la síntesis de tal mentira, y es que hasta en eso somos incapaces de renovarnos, seguimos empleando frases hechas y abstractas, seguimos empleando lugares comunes….consuelo de tontos.
Cada quien se encuentra en su propio barco, mejor dicho, en su propia barcaza. Un estudio que presentó el Instituto de Investigaciones Sociales, demostró como cada sector de la sociedad mexicana vive la pandemia de forma distinta, y como resulta obvio, las clases sociales más favorecidas económicamente están “disfrutando” la pandemia, hacen todo desde casa y reciben intactos sus ingresos, mientras que las clases menos favorecidas tratan de evadir al virus saliendo a la calle para no perder su única fuente de ingresos; los primeros han dedicado su tiempo a viajar y relajarse llevando sus negocios en su computadora, mientras que los segundos son reprimidos por las autoridades locales y restringidos para comercializar y trabajar; los negocios de los primeros siguen abiertos sin restricción (Elektra; Walmart, Cinemex), mientras que los negocios de los segundos tienen prohibido exhibirse siquiera. Esa desigualdad se mantiene como argumento de salud pública.
